View Colofon
Original text "Sinossi" written in IT by Arianna Giorgia Bonazzi,
Other translations
Published in edition #2 2019-2023

Sinopsis

Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Arianna Giorgia Bonazzi

El relato que he empezado a escribir podría convertirse en parte de una antología de relatos breves, centrados en personajes interrelacionados, o en el fragmento de una novela juvenil.

Nos encontramos en un futuro próximo, en un chat de padres aprensivos en el que estalla el alarmismo y una ristra de escándalos. Esta restringida comunidad, aparentemente atenta y justa, en realidad está podrida de envidias e individualismos. Entre batallas, mentiras, fachadas y afirmaciones de pequeños poderes mezquinos, se desata una fuerte y total incomprensión de la vida emotiva de los hijos por parte de los padres, además de un clamoroso fracaso a la hora de «salvarlos»: todo ese control desemboca precisamente en la pérdida recíproca de confianza y en el desgaste de su relación.

La historia transcurre en un mundo futuro en el que estos niños, para disfrutar de la libertad de antaño, se refugian en universos virtuales creativos o combativos, mucho más reales que los videojuegos de hoy en día, y de los que los adultos no entienden nada.


EXTRACTO


Edna entró en el baño con la tableta envuelta en la toalla, se mojó el pelo por encima sin echarse champú; luego dejó el agua abierta, se colocó los electrodos en la cabeza y se sentó en el borde de la bañera a chatear. Las gotitas iban cayendo sobre la tableta impermeable.

Tenía un mensaje de Orlando: «Mañana, fiesta de Lea en la peluquería. ¿Tú vas?».

Desde hacía algunos años también se invitaba a los chicos a las fiestas donde se pintaban las uñas, para evitar estereotipos de género.

«No sé, tengo un casting de mierda. Mira esto».

Edna desenrolló los electrodos fucsias conectados a la tableta, se los pegó a la cabeza y descargó los sueños de aquella noche directamente en Starcraft. Guardó el sueño en el planeta Sueño. Lo vio otra vez: su casa estaba en la cima del mundo y desde las ventanas se veían monumentos antiguos genéricos con forma de ruinas plantadas en medio de la nada. Entonces salía y atravesaba una serie de paisajes parecidos a los de un videojuego, hasta encontrarse en su verdadera casa. Una vez allí salía a la terraza y una mano invisible la cogía en su puño y la subía al cielo. No oía ningún ruido, pero su conciencia sentía que un dios la estaba escaneando y le gustaba lo que veía: le trasmitió un sentimiento de paz, en un silencio que zumbaba, y volvió a dejarla en el suelo. Aquí se acababa el vídeo.

Edna compartió el sueño con Orlando. Él lo vio a doble velocidad y solo comentó, con cierta pobreza léxica: «Guay». Y luego: «¿Me prestas tu machete estelar antiniebla cósmica?».

«Sí, te espero en Estrella Enana».

Edna cambió la configuración de los electrodos de «modo salida» a «modo entrada», cerró los ojos y se preparó para ir a la otra dimensión.

Aparecieron los avatares de los niños: primero Or, luego Ed, en un planeta azul y cálido, enfundados en monos termorresistentes. Ella levantó el brazo para abrir un menú desplegable impalpable, clicó con el dedo en el casco que él le había prestado por la tarde y se lo puso. Sabían que hacía calor, pero no podían sentirlo de verdad en la piel, porque no habían activado el «modo temperatura».

«Vamos a construir una casa». «Vale».

Seleccionaron de nuevo en el menú, que se desplegaba con las manos, unos ladrillos que eran cubos transparentes llenos de agua y pececillos, y otros ladrillos de gelatina verde. Empezaron a construir terrazas, terrazas encajadas una sobre otra, que daban a un páramo desértico y azul. Desplazaban los bloques con la punta de los dedos, sentían su tridimensionalidad, pero no su peso, y aun así veían cómo se formaban gotitas de sudor en sus manos desnudas. Todos sus planetas tenían varias atmósferas: se llamaban «locosfera», «jodosfera», «gafesfera» y «escrotosfera».

Cuando terminaron el pequeño edificio destechado, añadieron unos animales que parecían perros con trompa, con los que una vez Orlando había soñado y que había descargado de su cerebro, y unas plantas moradas y plateadas que habían cogido de la nube de los Sueños Comunes.

Ed y Or nunca jugaban en modo supervivencia, solo creativo, porque no querían que llegasen monstruos o desastres naturales que acabasen con ellos o devastaran los planetas: ya tenían suficiente con el control periódico de sus padres, que se conectaban a sus dispositivos para configurar bloqueos, revisar el historial, descargar los chats y deambular por los mundos. Si hubieran descubierto esas plantas, las habrían analizado con la ayuda del psicólogo. Si hubieran descubierto con qué compañeros de clase se reunían en aquellos mundos, habrían escrito sobre ello en el Registro Electrónico Emotivo y lo habrían hablado en los chats y con los especialistas. Cuando tocaban esos controles, los niños guardaban todos los recuerdos, los sueños y los lugares inventados en la tarjeta de memoria de un amigo, intentando dejar en la tableta solo unas casuchas sobrias, para despistarlos.

Los avatares Ed y Or tenían hambre. Abrieron un portal a otro sistema solar, donde guardaban sus reservas de cereales astrales. Activaron simultáneamente el «modo papilas». Estaban a punto de sentir en la boca ese sabor a salchicha de seitán con helado de canela, típico de las recetas inventadas por dos niños ricos que mezclan unos gustos domados por la educación. Al hincarle el diente, tenían la sensación de estar comiendo poliestireno, o más bien bloquecitos de construcción de maíz.

Visto desde fuera, sentada en el borde de la bañera, con la tableta apoyada en el regazo, los electrodos fosforitos en las sienes, los ojos cerrados y el pelo medio mojado, Edna movía los brazos para coger los cereales y servírselos en una taza invisible. Entonces, su madre llamó a la puerta. Una vez, dos veces. Edna se moría por comer aquello, que no formaba parte del Plan Dietético y que no la haría engordar, ni contaminar, ni sufrir una crisis alérgica. De repente, oyó aquellos golpes lejanos que se acoplaban al ruido sordo —como un zumbido continuo de motas de polvo a velocidad supersónica chocando contra el aire— del universo.

«¡Mi madre!», gritó soltando la taza, que cayó lentamente porque la masa del planeta azul hacía que todo pesase muy poco. Al caer, hizo un ruido metálico, como de hielo quebrándose. Edna desplegó el menú con sus finos brazos, seleccionó «Salir»,

«Confirmar»; luego recuperó el contacto con su verdadero cuerpo estirando la mano, se arrancó los auriculares, cubrió la tableta con ropa sucia y encendió el secador. Su madre chillaba.

—¡Edna, Edna! ¡Estás bien! ¡Estás bien! ¡Estás bien!

Parecía una exclamación, más que una pregunta.

Edna se miró al espejo, mientras el agua le chorreaba por la cara. En Starcaft era más guapa, sin ese lunar azul junto al labio.

Aquel estásbien estásbien seguía oyéndose al otro lado de la puerta como un ruido cósmico. Edna intentó sonreír como en el anuncio de las familias homoparentales. Tenía los dientes amarillentos, y tenía ganas de cereales astrales.

More by Inés Sánchez Mesonero

Jericó

La granja, así la llamaban, se erguía solitaria sobre un altiplano en la cima de una baja colina. Era un caserío de dos plantas, una construcción de madera, rectangular, estrecha y larga. Desde la ventana grande de la planta superior, sentado en la mecedora en el pasillo, Jens observaba el campo que se extendía más allá del río. Sus pequeños ojos negros no dejaban de moverse, escrutando el horizonte envuelto en la oscuridad, atentos a cualquier detalle sospechoso. Elia y Natan estaban sentados en el suelo, a su lado, jugando con coches de juguete oxidados. Se oían los ruidos de la noche —los...
Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Fabrizio Allione

Diccionario del preso

El Diccionario del preso contiene las voces y las historias de hombres reclusos en la cárcel de Turín, el Centro Penitenciario Lorusso e Cutugno, en el módulo v del pabellón C, destinado a los «presos protegidos». Surge de un taller de escritura que se desarrolló en sus instalaciones y que tuvo una duración de dos años. Todos sabemos qué quiere decir «casa», «invierno», «amor», y su significado es absoluto. Pero en la cárcel el significado de las palabras cambia, y este cambio nace del espacio: dentro existe solo el dentro, y las palabras se vuelven prehistóricas. Quiere decir que es como si...
Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Sara Micello

Relámpagos

En una colección de ensayos titulada Zen en el arte de escribir, Ray Bradbury escribe que, desde los veinticuatro hasta los treinta y seis años, se pasó el tiempo garabateando listas de sustantivos. La lista decía más o menos algo así: EL LAGO. LA NOCHE. LOS GRILLOS. EL BARRANCO. EL DESVÁN. EL SÓTANO. EL ESCOTILLÓN. EL BEBÉ. LA MULTITUD. EL TREN NOCTURNO. LA SIRENA DE NIEBLA. LA GUADAÑA. LA FERIA. EL CARRUSEL. EL ENANO. EL LABERINTO DE ESPEJOS. EL ESQUELETO. Últimamente me ha pasado algo parecido. He vivido en una familia que me ha dado una buena educación y una buena forma de estar en el m...
Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Sara Micello

I panda di Ueno

Desde que habían nacido los niños, o quizá desde que me había registrado en las redes sociales, o incluso desde cuando el trabajo me obligaba a comunicarme de manera clara y alusiva, a hacer, en resumen, referencia a cosas conocidas en vez de inventarlas, dividía mi tiempo en tiempo real, o sea, el que podía contarme en mi «idioma verdadero», y el tiempo falso, es decir, aquel en que tenía que hablar por categorías, dentro de unos registros o por emulación de comportamientos. Leía en las novelas sobre hombres tenaces y con fuerza de voluntad que se levantaban a las cuatro de la mañana, se dab...
Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Arianna Giorgia Bonazzi

Volviendo a casa

Mientras vuelven en coche, abandonando la ciudad, intenta quitarle peso al asunto diciendo que ha sido una de esas situaciones imposibles, a las que él llama «¿qué harías sí?». Ella asiente. —Estas situaciones no son tu fuerte —comenta. —¿Qué quieres decir? ¿Qué cojones podía hacer si no? —No digas palabrotas. Matteo repite todo lo que dices. Alice echa un vistazo atrás. Matteo duerme como un tronco en la sillita. —¿Me puedes decir qué he hecho mal? —pregunta él al rato. —Davide, te has vuelto loco: te has puesto a darle puñetazos al cristal. Si no hubiera estado ahí, aún segu...
Translated from IT to ES by Inés Sánchez Mesonero
Written in IT by Fabrizio Allione
More in ES

El cambio

—Coja el ascensor, yo bajaré por la escalera —exclama el joven médico y corre escalera abajo, saltando los peldaños. No puede no llegar a tiempo. Unas semanas antes, la madre, todavía en el posparto, fue a ver al pediatra: el niño lloraba sin parar. Durante la primera visita le dijeron: —Dele de comer hasta que se quede bien lleno y se calmará. En el segundo ambulatorio le explicaron: —Solo es un cólico. Evite la comida frita. Le mejorará la leche y el niño dejará de chillar. El médico de la consulta privada simplemente se rio: —¿Y cómo no va a llorar? Si es un recién nacido. Los pedi...
Translated from PL to ES by Joanna Ostrowska
Written in PL by Joanna Gierak Onoszko

Reuniendo fuerzas ara la huida

(...) Por no saber, entré en el club poco después de que abrieran, cuando la gente joven estaba todavía entonándose en las cervecerías cercanas. Por la pista, lo único que saltaban eran los efectos luminosos y el tecno-set de introducción de los DJ recordaba más a mantras de un monje budista que a algo satánico. Por el reflejo húmedo del suelo, estaba claro que hasta hacía media hora había estado dando vueltas por la sala el servicio de limpieza. Así que me puse mientras a meditar sobre lo ilusorio del destino humano y de vez en cuando iba a por una cerveza antes de que se empezasen a formar l...
Translated from CZ to ES by Daniel Ordóñez Franco
Written in CZ by Ondrej Macl

Pastel de tapioca

El rugir del motor de la furgoneta de la asociación anunciaba que ya era la hora de comer, en aquel día en que el sol ni se veía de tanto que quemaba. El viejo estaba debajo de la higuera; llevaba una camisa muy sucia, toda desabrochada, con una sonrisa irónica en la boca cerrada para sujetar el cigarro. Se quedó mirando cómo la brasileña —dos grandes manchas húmedas bajo los brazos y la espalda del uniforme igualmente empapada— salía del vehículo, cogía las fiambreras y se dirigía al anexo que funcionaba como cocina, donde él solía estar. —¡Tío João! ¡Tío João! La risa le hacía contraer to...
Translated from PT to ES by Sara De Albornoz Domínguez
Written in PT by Daniela Costa

No quiero ser un perro

ACABAR CON EL MAL DE AMORES, tecleo. Esto tiene que terminar ahora. Veo historias de gente, no quiero historias, quiero soluciones, no compasión. TRANSFORMACIÓN, tecleo. Google dice que se da transformación en las matemáticas y en la genética. Elijo la segunda y hago de ella mi primera elección. Estoy cansada de este cuerpo que ha besado demasiada gente, que quizá esté dañado —me he conducido de manera temeraria, demasiado ocasional; tiene que desaparecer, ser distinto y mejor. Transformación genética. Una cura detox con zumos resplandece en la pantalla. «Transfórmate en una nueva versión de t...
Translated from NL to ES by Daniela Martín Hidalgo
Written in NL by Alma Mathijsen

El comunismo visto por los niños muy pequeños

Tengo cuatro años y no he subido nunca más allá del primer piso. Estoy  convencido de que la serpiente azul de la barandilla es interminable, de  que sube y sube y sube, de que hace estallar el techo de brea de nuestro  bloque de pisos y avanza invisible hacia el cielo. Es un pensamiento que   no cuento a nadie. El miedo se me calienta bajo la flama de este pensamiento.   La gente baja de los pisos superiores, desde el cielo, a veces hablan  en voz muy baja y yo no oigo lo que se dicen. Pero nunca hay un silencio  pactado entre ellos. Nunca hay tran-qui-li-dad. Los susurros flotan de uno  a ot...
Translated from RO to ES by Corina Oproae
Written in RO by Andrei Crăciun

Cosas que nunca cambian

Yo aún estaba vacío de miedo hacia ti, por eso levantaba la mano, pidiendo la descendencia de la tuya. Y tu mano ahí descendía, música de ascensor, como paños calientes, tenía venas como los recodos de las serpientes siempre sigilosas, te mordías las uñas hasta que encogían como conchas, y tu mano ahí descendía, descendencia para darse a la mía, y nos entrelazábamos por medio de esas lombrices que son los dedos. Pobre de ti. Antes de eso, me llevaste en brazos, susurrabas canciones de cuna en medio de la noche cuando tú también necesitabas roncar. Me limpiaste el culete varias veces, tocaste c...
Translated from PT to ES by Sara De Albornoz Domínguez
Written in PT by Luis Brito